Lo que más llamaba la atención eran los grandes electrodomésticos y demás aparatos tecnológicos que habían salido hace nada a la venta, los tenían de exposición en una caseta cubierta para protegerlos del clima, y eran muy caros. Muchas personas solo podían imaginarse cómo sería su vida con eso, pero otras tenían tanto dinero que serían capaces de comprar lo que les viniera en gana. Un claro ejemplo era su madre, quien observaba todo desde la altura de sus tacones con bastante energía, le apasionaba ir de compras, pero para su sorpresa, la mujer no mostraba interés alguno por esos caros productos, como si ya los hubiera visto miles de veces, simplemente se acercaba a los puestos que ofrecían comida o especias extranjeras, perfumes recién importados y algunos muebles modernos para la casa. Se podían tirar alli horas y horas.
- ¡Tada! - Una chica se acercó corriendo a Tadashi con una gran sonrisa en los labios. No le hizo falta comprobar de quién se trataba, ya que solo una persona lo llamaba así.
- Saki, ¿también has venido a comprar? ¿No decías que no te gustaba ir a estos sitios?
Saki Harada siempre había sido la pequeña alegría de su clase, era capaz de contagiarle la sonrisa con tan solo esbozarla y compartía muchas de sus aficiones. Solía vestir con colores vivos y se recogía el pelo castaño en dos coletas bajas. Lo que más le resultaba curioso al muchacho era el pequeño hueco redondo que tenía en la punta de la nariz, producida por rascarse la varicela de pequeña.
Sin embargo, su hermano Ryoku Harada resultaba ser todo lo contrario, dos años mayor que ellos pero inmaduro a más no poder, era demasiado sobreprotector con Saki y veía a Tadashi como una amenaza constante para ella. A pesar de eso, no se le veía mal tipo.
- Mi padre nos ha obligado a venir, dice que había una exposición importante y quería verla, después nos ha prometido llevarnos al Circo del Miedo, ¿quieres venir? - La muchacha le cogió de las manos con ímpetu, en su mirada color miel se reflejaba un brillo de emoción. A todos los niños les encantaba el Circo del Miedo, se celebraba cada dos años, en la época entre Abril y Mayo, Tadashi solo había asistido una vez con su padre y era muy espeluznante, algunos incluso decían que los miembros de aquel circo estaban poseídos y que les gustaba atraer a los niños para robarles el alma, pero eso para el chico solo eran cuentos de viejas.
- Es que... madre no me dejará ir, no le hacen gracia esas cosas. - Hizo una pausa para observar la cara de desilusión que puso Saki.- ¿Me traerás un recuerdo? Alli se suelen vender souvenirs, y prometo que mañana estaré todo el día contigo.
- Es una promesa, ¡si la rompes te saldrán hongos detrás de las orejas! - Ella extendió el dedo meñique para entrelazarlo con el de Tadashi, una tradición muy común en Japón para dar más seriedad a las promesas que se hacían.- Mañana podemos quedar en el parque Nagai, hace tiempo que no lo visitamos, te viene bien después de clase, ¿no? - Saki escuchó la voz de su hermano que la llamaba a lo lejos, señal de que no le concedía ni un segundo más con su amigo. Ella lo abrazó con cariño y después se despidió de la señora Tanahashi, la cual seguía mirando productos raros, de una manera bastante más formal.
Se quedó mirando cómo la chica se alejaba de alli y se metía entre la multitud de gente, y sin creerlo demasiado, se dio cuenta de que Ryoku hizo un gesto con la mano a forma de saludo. Tadashi sonrió de medio lado y se acercó de nuevo a su madre, que parecía haber estado ausente a la conversación entre ambos en todo momento, ¿qué la tenía tan interesada? Su pregunta fue respondida cuando Oyuki se giró y le cogió de la mano para alejarse de allí, había metido en una pequeña bolsa un reloj de bolsillo dorado, con una fina cadena y una carpa Koi grabada en la parte delantera. Se veía un extraño obsequio para una mujer, así que pensó que sería un detalle para su padre, a lo que el chico se entusiasmó ante aquella idea, le gustaba que en su familia tuvieran regalos entre sí, y más después de haber tenido una discusión.
Las conversaciones fueron triviales, como casi siempre, pero al menos se la veía más animada. Hizo las compras que vio necesarias y algún que otro capricho, a Tadashi solo le había llamado la atención un pequeño robot japonés de tecnología inteligente que se exponía en las carpas interiores, era demasiado pequeño para tener alguna utilidad más que hacer compañía a los niños y decir algunas frases sueltas, pero le encantaba, y era el más barato de alli, aunque hubiera costado 5000 yenes. Tenía una cara graciosa y dos antenas en la cabeza que parecían orejas de gato, se movía por unas pequeñas ruedas en la parte inferior del cuerpo, que era todo blanco a diferencia del rostro negro y sus ojos azules. Las pequeñas pinzas a sus lados se asemejaban a unos brazos articulados, y no era mucho más grande que las manos de Tadashi, era perfecto, siempre había querido tener algo parecido a una mascota, pero sus padres no le dejaban tener seres vivos en casa. Bueno, sí, tenían una gran pecera en el centro de la biblioteca, extraño sitio para poner a unos peces, pero el moreno se aburría de verlos todos los días, no tenían una vida demasiado interesante.
Estaba atardeciendo ya, en el cielo se amontonaban algunas nubes grisáceas que tenían pinta de cargar con mucha agua y tanto madre como hijo salieron del mercado, dirigiéndose hacia los aparcamientos, donde les esperaba Kinzo dormido en el asiento del conductor. El joven salió de sus contínuos pensamientos cuando la mujer le hizo pararse a medio camino.
- No he podido hablar contigo de lo que tenía que contarte, así que para un momento. - Oyuki se agachó frente a él, haciendo rozar las bolsas contra el suelo, su rostro no parecía inmutado pero en su mirada se podía ver un brillo de preocupación que no le inspiró confianza a su hijo.- Tu padre y yo llevamos un par de meses decidiendo si hacer este cambio, es una idea que choca mucho con el aspecto de la casa, pero hemos estado mirando catálogos y... vamos a cambiar a las criadas por máquinas inteligentes.
- ¿A todas? Pero si esas máquinas son muy caras y se estropean enseguida, ¡las criadas son mejores! - Genial, su madre se había empeñado desde el primer momento en destruir todo su mundo, y lo había conseguido. No podía creer que incluso su padre estuviera de acuerdo en ese estúpido plan, lo que más le dolía era la idea de perder a Aiko para siempre, ahora entendía porqué la chica estaba tan decaída aquella mañana.-
- No, el amigo de papá nos hace una oferta especial en un kit de quince de esas máquinas. Las criadas se cansan y se hacen mayores, ya no cumplen con sus labores de la misma forma que antes... y cuesta mantenerlas. - La mujer le acarició el brazo para intentar consolarlo, sabía lo duro que sería aquello para su pequeño niño, se acercó a él para abrazarlo, una de las pocas muestras de cariño que le ofrecía a Tadashi, una muestra de cariño que fue rechazada por el joven inmediatamente.- Escucha, la mayoría de ellas está pensando en buscar una vida propia, fuera de nuestro hogar, tienen planes de casarse y formar familias, tres de ellas... ya han presentado su retiro. No podemos obligarlas a quedarse y así nos ahorraríamos tantos gastos de comida y alojamiento.
- ¿Y Aiko? Ella es joven, muy joven, ¿por qué quieres echarla? - Sus ojos comenzaron a picarle de forma molesta, lo que quería decir que amenazaba con romper a llorar, tragó el nudo que se formó en su garganta y aguantó un poco más, esperando la respuesta de su madre.-
- Es una de esas tres que te he dicho, se va a estudiar al extranjero... - Hizo una pausa para suspirar.- Estaba ahorrando todo el dinero de sus pagas para poder hacerlo.
Traicionado, así es como se sintió Tadashi al escuchar aquello, ¿a su criada favorita, a su hermana, le interesaba más el extranjero que él mismo? Su cerebro no lo aceptaba, debía de ser una pesadilla de muy mal gusto.
Por acto reflejo se alejó de la mujer como si su sola presencia le quemara por dentro, las lágrimas que había estado conteniendo asomaron por sus ojos y se deslizaron sobre sus mejillas, se percató de que Kinzo había salido del coche y esperaba apoyado en el maletero, observando la situación con cara indiferente, ya que sus gafas oscuras ocultaban todo tipo de sentimientos. Sus débiles piernas reaccionaron y salió corriendo de allí tan rápido como pudo, con su amigo robot entre los brazos, y ante el asombro de los dos mayores.
El chófer lo siguió y en un par de ocasiones le había agarrado del chaleco, pero Tadashi se las ingenió para esquivarlo y perderse entre la gente y los puestos. El chico no pensaba en otra cosa que no fuera en correr y más correr, era lo más que se había movido en toda su vida y tenía que ir con la boca abierta porque le costaba respirar. Tanto adultos como niños lo miraban extrañados, tenían que hacerse a un lado si no querían ser arrollados por Tadashi, dos o tres personas soltaron algunos improperios al no tener tiempo para apartarse, pero eso al chico le daba igual, no existía nadie más a su alrededor, solo estaban él, su amigo y su tristeza.
Cuando se aseguró de que había conseguido despistar a Kinzo, se apoyó en la pared de un humeante callejón, junto a un gran contenedor y bajo la mirada curiosa de un gato que se alejaba de allí rápidamente. Se llevó la mano al pecho, no sabía si le dolía tanto por el esfuerzo de correr o por el impacto de la noticia, en ese momento lo único que hizo fue deslizarse hacia abajo por la pared y acabar sentado en el suelo, apoyando la frente en sus rodillas y derramando incontables lágrimas que le sonrojaban las mejillas.
De pronto, sintió cómo algo se movía dentro del contenedor, lo que le obligó a alzar la vidriosa mirada, empezó a pensar que un callejón oscuro no era el escondite más indicado para un niño de trece años, gimoteó un par de veces y se secó los ojos con la manga de su chaleco. Tenía miedo, se aferró al robot inerte y tragó saliva, el contenedor no estaba cerrado del todo, así que Tadashi se levantó y se acercó para ver solo un poco por aquella rendija, solo un vistazo y se iría corriendo si hacía falta. Observó que la basura se removía levemente, ¿sería otro gato o tal vez algún vagabundo bien escondido? Sin apenas atreverse a respirar abrió el contenedor de golpe, obligado por su estúpida curiosidad, todo se quedó en silencio y lo que antes se movía dejó de hacerlo repentínamente. Una manza mordisqueada rodó hasta quedar visible a sus ojos, allí no había nada más. Tadashi frunció el ceño y dio una fuerte patada a aquella lata verde y gigante llena de porquería maloliente. El sonido del choque rebotó en las paredes y creó un siniestro eco que lo asustó un poco, cuando se disponía a cerrar el contenedor algo que parecíó salir del habitáculo lo empujó hacia atrás, tirándolo al suelo violentamente. Aquellas huellas, vio aquellas huellas de animal otra vez, que se alejaban hacia el exterior del callejón, fuera lo que fuese era casi invisible a ojos del chico, solo consigió ver un reflejo translúcido que corría ágilmente a dos patas y se perdía entre el humo de los coches y demás calles estrechas.
- ¿Q-qué demonios era eso...? - La curiosidad venció al miedo de nuevo, y tan pronto como se puso de pie echó a correr en dirección a donde había desaparecido aquel reflejo, ya estaba harto de aquellos sucesos extraños a su alrededor, aunque en esa ocasión se lo había buscado él solo. En mitad de la carretera el conductor de un coche tocó el claxón al tener que dar un frenazo para no arrollarlo, Tadashi se disculpó en la distancia, no pensaba pararse.
Apenas podía ver a aquella sombra o fantasma, o lo que fuese en realidad, pero seguía las huellas que solo él parecía poder ver, además la criatura chocaba con todo lo que había en las calles así que no era demasiado dificil seguirle el rastro al animal, salvo por los contínuos cambios de dirección repentinos al sentirse perseguido y su constante dolor en el pecho, se estaba excediendo en correr, pero no le importaba. El ser invisible acabó conduciéndolo al parque Nagai, un sitio bastante amplio en el que sería dificil seguirle la pista, de hecho, ya se la había perdido. Maldijo por lo bajo y miró hacia todos lados, estaba bastante oscuro para poder ver con claridad, y lo único que se escuchaban eran los grillos agazapados en la hierba y las voces de unos adolescentes que estaban sentados en un banco cercano. Pensó que lo mejor que podía hacer en aquellos momentos era volver por donde había venido y no llamar demasiado la atención, pero uno de los chavales se levantó y se acercó a él, con una risita fastidiosa.
- ¿Qué haces aqui solo? ¿Tus padres no te han enseñado que es peligroso? - Tadashi se dio cuenta de que el que le había hablado era uno de los más delgaduchos en comparación con sus compañeros, ¿sería el lider? Porque muy fuerte no se le veía, pero sí que tenía iniciativa para meterse en problemas, tal vez era eso lo que buscaban los matones de barrio.- ¡Venid a ver esto, tiene una máquina inteligente! - El mayor cogió de la redonda cabeza al robot y tiró de ella para quitárselo al joven, pero Tadashi se resistía.-
- ¡Suéltalo, es mi amigo! - Respondió él ante la burla de todos. Eran cinco contra uno, y no parecían tener intención de dejarlo marchar, menos aún si le habían echado el ojo a su adquisición de 5000 yenes. Consiguió abrazar al robot con fuerza, obligando al matón a soltarlo. Tadashi sintió a alguien que se acercaba por detrás y lo cogía con fuerza en brazos, uno de los más fuertes lo tenía sujeto para que no se escapara y el chico lo único que pudo hacer fue dar patadas a todo lo que se pusiera por delante.
- ¿Y si lo tiramos al agua? Al menos para que se lave, que está sucio. - Otros dos de los que lo rodeaban le cogieron de las piernas y comenzaron a caminar por un pequeño sendero arenoso que llevaba al lago del parque. Las lágrimas de Tadashi comenzaron a agolpar de nuevo sus ojos, ¿en qué momento decidió separarse de su madre y meterse en tantos líos? Deseaba estar entre los brazos de su padre o en la cama a la espera de que Aiko llegara y le empezara a leer el libro que le había regalado, deseaba retroceder en el tiempo y no haber sido tan estúpido como para ir solo por la ciudad. Notó que los mayores se pararon en seco, estaban en la orilla del lago y empezaron a balancearlo para tirarlo al agua, sin ningún remordimiento. Pero el escándalo que había formado al estar gritando para pedir auxilio llamó la atención de un guardia que pasaba por allí y que iluminó la escena con una linterna.-
- ¡¿Qué haceis?! ¿Vosotros aqui otra vez? ¡A la próxima que os vea en el parque os llevo a la comisaría!
El pequeño cuerpo de Tadashi impactó contra el suelo, mientras veía cómo los chulitos se marchaban con solo unas palabras del hombre, al parecer no eran tan valientes como alardeaban ser. Soltaron algunos insultos mientras se alejaban por el camino de tierra y los observó hasta que desaparecieron entre la oscuridad del parque. El guardia lo ayudó a levantarse y le revolvió el pelo en un vano intento por tranquilizarlo.
- ¿Estás solo? Vamos a ir a llamar a tus padres para que te recogan, no puedes andar por ahí a estas horas con algo tan caro entre los brazos.
- No, estoy bien... mi casa está cerca de aquí, sé llegar solo. - Tadashi actuó como si fuera alguien fuerte que no necesitaba protección, pero en realidad estaba muerto de miedo, además lo último que quería era ver la cara de su madre mientras le regañaba.
- Bueno pero al menos te acompañaré hasta la salida del parque, no vaya a ser que te encuentres de nuevo con esos niñatos. - El guardia le cogió de la mano, al chico le dio algo de vergüenza, porque no tenía ocho años para ir agarrado de esa forma a alguien, pero aún así mantuvo la boca cerrada durante todo el camino, mirando al suelo y sin rechistar. Tropezó un par de veces porque tenía las piernas adoloridas de correr y de los apretones que le habían dado aquellos chavales al agarrarle, pero por suerte llegaron rápidamente a la salida, donde se despidió del guardia amablemente, bastante agradecido por haberle salvado.
Ésta vez sí cogió rumbo a casa, muy pendiente de por dónde iba y con quién se cruzaba, no se fiaba de nadie, pero dio las gracias de que aún hubiera gente transitando en la calle debido al mercado, que seguramente ya habría cerrado sus puertas, también estaba el hecho de que el Circo del Miedo atraía a muchos curiosos, y estaba cerca de aquella zona residencial, así que había un jaleo incesante de fondo por todos lados. Lo malo es que notó algunas gotas de lluvia cayendo sobre él, así que no tuvo más remedio que guardar bajo su chaleco al pequeño robot.
- Pero no puede haber ido muy lejos, es solo un niño que no llega a los quince años... ¿Han mirado en todos los parques, las tiendas o incluso en la zona del circo? - El anfitrión de la casa se mostraba apagado y decaído, no podía imaginarse que le pasara algo malo a su niño, miró a su esposa que tenía claros indicios de querer echarse a llorar, pero sabía que su orgullo se lo impedía. Ese estúpido orgullo que no justificaba el no querer compartir el dolor por la pérdida de su hijo. Se sintió impotente, les habían dicho claramente que no salieran de casa por si Tadashi volvía, pero era absurdo no querer hacerlo.- ¡Entiendan que no se ha tomado sus medicinas!
De pronto, el timbre de la entrada retumbó en todas las paredes de la casa e hizo que el hombre diera un respingo en el sillón y se levantara rápidamente, la puerta se abrió y los sollozos de Aiko comenzaron a escucharse entre tanto silencio y expectación. Cuando su padre se asomó vio al chico abrazando de forma un tanto posesiva a la criada, una sonrisa de alivio apareció en sus labios, a parte de estar empapado no parecía ocurrirle nada más. Lo único que pudo hacer en esos momentos, olvidándose de la debida regañina que tendría que soltarle, fue arrodillarse junto a él y abrazarlo también. Sin embargo, su madre no parecía estar por la labor, ni siquiera se había movido del sillón, su mirada estaba perdida y solo respondió con un "gracias" cuando los policías se despidieron de ella.
- Procuren que no se vuelva a escapar a estas horas, en las épocas de fiesta la gente se vuelve un poco más salvaje de lo habitual, suerte que no le han hecho nada al pequeño.
- Muchísimas gracias, les damos nuestra palabra de que lo cuidaremos mejor... ¿Quieren quedarse a...? - El señor Tanahashi tuvo que cortar su pregunta porque sintió un peso muerto sobre sus brazos, el chico se había desmayado, estaba mojado y con la ropa sucia y para empeorar la situación no es que respirara adecuadamente. Lo cogió en brazos, y con ayuda de Aiko subieron las escaleras, mientras que otra criada les cerraba la puerta a los policías. Cuando llegaron al segundo piso, el hombre mostró su frustración.
- ¿Lo puedes creer? Su hijo ha vuelto y ni se ha movido del asiento, ¿qué le pasa por la cabeza a esa mujer? - Trataba de ser lo más silencioso posible para no empeorar las cosas en la relación con Oyuki, llegaron a la puerta de la habitación de Tadashi y Aiko destapó la cama, con la mirada gacha.-
- Entiendo por lo que debe estar pasando la señora, creo que se siente culpable por lo que ha ocurrido esta tarde, porque... es una noticia algo impactante para él. - La muchacha removió la almohada para que se quedara mullida e inmediatamente se acercó para ayudar al hombre a quitarle el chaleco y la camisa, notando algo duro debajo de las prendas, Tadashi aún seguía aferrado a aquel robot. Su cuerpecillo redondo y metálico estaba algo húmedo pero el delantal blanco del traje de criada sirvió para secarlo, después de eso, dejaron al "juguete" en el escritorio y centraron toda su atención sobre el joven, que ahora respiraba con ayuda de una bombona de oxígeno al lado de su cama.- Cada día está peor... y hoy ha hecho mucho esfuerzo... ¿es normal que tenga tantos problemas respiratorios solo por una angina?
- Los médicos dicen que es normal que le duela el pecho al hacer algún movimiento brusco, pero... no que afectara tanto a su respiración. - Suspiró preocupado, apoyando la cabeza sobre sus manos.- Como es normal, esa enfermedad no le permite tener el oxígeno necesario, ¡pero es la primera vez que se desmaya!
- Señor, estoy segura de que se pondrá bien, ahora necesita descansar, mañana me levantaré temprano para suministrarle la medicina. - La joven criada cogió del brazo al pobre hombre y lo ayudó a levantarse de la silla en la que se había sentado junto a la cama, cuando salieron por la puerta, y antes de cerrarla, Aiko dirigió una última mirada a Tadashi llena de cariño.-
-
El sonido de la incesante lluvia primaveral repiqueteaba una y otra vez el cristal de su ventana, sentía las articulaciones oxidadas y al respirar hacía un sonido desagradable a causa del aparato al que estaba conectado. Toda la habitación era completa oscuridad, a excepción de las sombras que se reflejaban en la pared del cuarto, por una extraña razón Tadashi estaba bastante nervioso. Cerró los ojos por un momento, intentando concentrarse en no tener miedo al silencio, de pronto, notó cómo una brisa bastante fría le rozaba la mejilla y las gotas de lluvia se colaban para acabar en el suelo del interior, no tuvo más remedio que girar la cabeza para observar que, una extraña figura se acercaba a su cama. No lograba ver con claridad de quién se trataba, solo era capaz de percibir unos ojos amarillentos que lo miraban fíjamente. El reloj de cuco que se encontraba colgado sobre el escritorio marcó las doce de la noche, y el pájaro de madera salió de su agujero para quedarse suspendido en el aire durante un buen rato, sin volver a esconderse. "Tic, tac, tic, tac, tic, tac...", aquella voz le dio miedo, y a cada "tic, tac" que pronunciaba avanzaba un par de pasos, hasta que finalmente Tadashi sintió un peso sobre él. Aquella figura lo observaba desde arriba con aire de indiferencia, hasta que algo desvió su atención.
- ¿Señorito, qué es lo que ocurre...? - Aiko había entrado en la habitación, con un camisón blanco, el chico intentó advertirle pero apenas podía moverse o articular palabra. En un abrir y cerrar de ojos la misteriosa figura dio un salto casi magistral desde la cama hasta la hermosa criada, le deshizo la trenza en un brusco tirón de pelo que le hizo quejarse de dolor y cuando tuvo su cuello a la altura adecuada, le mordió en la garganta como un animal salvaje. La sangre salía a borbotones y la sombra de aspecto femenino se relamió satisfecha, dejando un reguero de gotas carmesí en el suelo y sobre el camisón de Aiko.
-
Humedad, es lo que sintió en los ojos cuando los abrió, el miedo se le había quedado en el cuerpo, odiaba tener aquel tipo de sueños, o más bien pesadillas. Miró el reloj, que por suerte tenía el pajarito guardado, eran las tres de la madrugada. Tadashi se estiró en la cama, más relajado, y se encontraba mucho mejor, así que se quitó la mascarilla transparente y la dejó en la mesita de noche, apagando después la bombona de oxígeno.
Un aire frío le rozó la mejilla de forma familiar, lo que le obligó a mirar a la ventana, estaba abierta. Entornó los ojos en aquella oscuridad, algo sorprendido y asustado, e intentó ver si había alguien allí dentro. Pero no podía quedarse parado, el chico salió de la cama, y descalzo se fue acercando a la ventana, asomó un poco la cabeza, se preguntaba si vería a la silueta de su sueño por el jardín, pero por suerte no vio nada.
- Necesito descansar algo más... - Tadashi se metió de nuevo y cerró la ventana, todo se quedó en silencio. Esperaba que ocurriera algo que le sobresaltara o que le diera un vuelvo al corazón, también rezaba porque Aiko no apareciera por la puerta, si le pasara eso...
Un ruido sordo se escuchó dentro de su armario, como si alguien se hubiera metido para remover sus cosas, el cuerpo entero le tembló. Tragó saliva y cuando avanzó un par de pasos, tuvo que agarrarse a la cortina para no caerse al suelo, se encontraba extrañamente embarrado, así que Tadashi saltó para esquivar lo resbaladizo y fue directamente hacia el armario, acabaría con aquella tontería pronto. A pesar de eso, tardó un par de segundos en decidirse si abrir las puertas del mueble o no, ¿y si lo que hubiera dentro le atacaba o le hacía lo que a su querida hermana? ¿Por qué le tenían que pasar esas cosas a él? ¿Hizo algo malo en otra vida y ahora se lo estaban haciendo pagar? Esas preguntas se quedaron sin resolver, porque cuando abrió la puerta del armario, y la oscuridad lo envolvió, se percató de que, entre la ropa, había una chica traslúcida de mirada perdida y asustada, y de un aspecto bastante peculiar.
- Fín del capítulo 4.-